De 2012 a 2025
Han pasado trece años.
No por superstición.
Tiene algo de ciclo… de conjuro.
Supongo que por eso he vuelto por aquí.
No sé si vine a cerrar algo, o a abrir una herida nueva.
Pero regresé.
Como si las palabras que dejé pendientes en aquel entonces
hubieran estado esperando, agazapadas,
en algún rincón de mí.
Trece años.
Y todo cambió.
Y todo sigue igual.
Es como una página que no sabes si doblar o arrancar.
Un ciclo que parece terminado, pero aún late.
Tal vez por eso estoy aquí otra vez, escribiendo.
Buscando en los restos de mí, algo que no sé si perdí… o si aún me pertenece.
Volver aquí —a estas palabras, a estos espacios vacíos— es como regresar a una casa que ya no es mía.
Todo se siente igual… pero todo es distinto.
Las paredes no hablan.
Los muebles me miran con desconfianza.
Y yo... yo no reconozco del todo la voz con la que escribo esto.
En 2012 no sabía nada.
En 2025… tampoco.
Pero he aprendido a escuchar el silencio con más atención.
A dejar de exigir respuestas,
y a sentarme con las preguntas, aunque duelan.
Lo curioso de escribir, después de tanto tiempo,
es que uno cree que viene a hablarle a los demás…
pero termina escribiéndose a sí mismo,
como quien deja notas escondidas para no olvidarse.
Trece años.
Una vida.
Un salto.
Una vuelta en círculo.
Y ahora que estoy aquí otra vez, no sé si vine a cerrar una historia,
o a comenzarla desde otro lugar.
Pero estoy.
Y eso, por ahora, es suficiente.
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