Conocer y perder

Él camina cabizbajo, como quien acaba de perder algo valioso, irremplazable.
Y ¿cómo no habría de hacerlo?
Apenas había conocido a una mujer hermosa... y la dejó ir.
Así, sin más.

La noche lo envuelve mientras camina.
Juega con su memoria como si pudiera rebobinar el momento, revivirlo…
una y otra vez.

Comienza por ese instante en que ella dijo:
Fabiola. Me llamo Fabiola.
Y él… él no supo qué decir.
Se quedó parado frente a ella, como hipnotizado.
Cuando por fin reaccionó, comenzó a interrogarla, nervioso…
Ni siquiera se presentó.

Y mientras ella respondía, una a una, sus intempestivas preguntas,
él se perdía en el sonido de su voz,
en el ritmo de sus palabras.
Se perdía… en ella.

Dos destellos de luz lo regresaron a la realidad.
Había llegado a una intersección.
Se detuvo.
La luna le sonreía con complicidad.
Y una brisa suave le recordó que Fabiola tiritaba mientras platicaban.
No hacía frío…
pero ella temblaba.

Él le ofreció su chamarra.
Ella la rechazó, aún temblando.

Con una sonrisa burlona, él se la puso sobre los hombros:
Ten… póntela.

Ella no dijo nada.
Solo obedeció.

¿Tú no tienes frío? —preguntó.

No —respondió él, mientras se abrigaba con un suéter que traía de repuesto.

Está calientita —murmuró ella, regalándole una sonrisa dulce, sincera, inmensamente hermosa.
Él le devolvió la misma sonrisa.
Y platicaron.
Rieron.
Se amaron… sin saberlo.

Llegó a casa.
Buscó las llaves en el bolsillo derecho.
Ahí estaban.
Entró, cerró la puerta… y entonces, el aroma de su chamarra le preguntó por qué regresaba solo.
Todo parecía ir tan bien…
¿Qué pasó?

Oye, ya me tengo que ir —dijo ella con voz suave, un poco apagada.
¿Para dónde vas? —preguntó él.
Voy hacia donde tú también vas… pero solo por hoy, porque mañana parto a Acámbaro. ¿Compartimos el viaje?

Él, estúpidamente, se negó.
(No supo por qué lo hizo).

Ella insistió:
Ándale. (Sonrió)

No… mejor camino —dijo él, incrédulo de sus propias palabras.

Ella abordó el taxi.
Él se quedó parado, viéndola partir.
Cuando el coche llegó a la esquina, ella sacó medio cuerpo por la ventanilla, le lanzó un beso,
y gritó algo que él no alcanzó a entender.

Pero sonó…
muy parecido a un adiós.



Comentarios

Jo ha dicho que…
ciertos adioses enoblecen, pero es ahi donde queda asomada a mitad de cuerpo la esperanza de el reencuentro
Fernanda Zepeda ha dicho que…
Que hermoso...
y qué hermoso lo de Jolie...
Anónimo ha dicho que…
yo no queria decir adiós, pero lo dije

a veces me gusta pensar que no es para siempre pero la verdad me engaño al pensarlo... siempre será adiós, nada funciona, yo no funciono...

A pesar de todas las señales de que podría haber reencuentro, me llega la idea de que no será así... no ahora, quizás nunca...
Don Juan ha dicho que…
Las despedidas, los adioses, jamás son fáciles y nunca lo serán, de lo contrario las personas no se despedirían nunca... Sin embargo los reencuentros son los mejores y son añorados -siempre esperandolos-

Aunque nada se sabe, como dice Jolie la esperanza del reencuentro, y como dice Astartea; a pesar de las señales el reencuentro no se dará. Sea como sea, alguno de los dos se presentará y no es que no funciones o algo por el estilo simplemente el adios da cabida a un nuevo hola y las despedidas son acaboses, o intermedios lo que sea que tenga que volver lo hará
Helena Luna ha dicho que…
Estupendo final, el más acertado.
A veces es mejor no escuchar las últimas palabras que alguien te dedica y poner en sus labios un simple "adiós". Así el círculo se cierra y lo hace de forma pura, sin palabras que lo agiten.
Nunca dejes de escribir.
Lena

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