Bruno.
De esas ocasiones en que sin querer uno comienza a pensar. Bruno estaba en esa situación en que al escuchar a su novia decir una trivialidad, se puso a pensar en el pasado, no en el suyo sino en el de ella.
Cavilar sobre los anteriores romances, esas palabras de amor dadas; las promesas y sueños. El tiempo que pasaron juntos y su fatídico desenlace. Todo eso era intrascendente y aun así no paraba de meditar al respecto, se sentía ajeno. Un invasor de ese cuerpo que no era suyo, un ladrón de esos besos, raptor de su mirada y captor de sus caricias.
Toda ella era otra, no la sentía suya; él sólo la había arrebatado. La hizo suya en un momento y ahora está aterrado.
No sabe qué hacer por la simple y sencilla razón de que no hay nada por hacer, porque el pasado es historia y el presente es este instante en que se encuentra escribiendo ésta crónica... Bruno tiene miedo, está aterrado. Hacía mucho no se sentía así.
Bruno se siente ajeno por el miedo, por inseguro y ¡por pendejo! por que dentro de sí perfectamente conoce la verdad, y esa es que nada debe importar. ¡Lo sabe y no hace nada! es humano, ¡es pendejo! -repito- porque sabe que es un temor infundado y que lo que tenga que ser será y si no disfruta éste su momento nunca más lo hará.
Es feliz y busca lo amargo creyendo que si no se permite disfrutar no dolerá... Pendejo, pendejo y más pendejo. El dolor vendrá, las cosas que tengan que suceder lo harán y nada lo podrá evitar y ese desconsuelo que pretende eludir llegará.
¡Vive tu vida pendejo! y disfruta este tu momento. Si lo haces, aunque sea un momento, una noche, o una vida: ¡serás eterno!.
Comentarios