La patética gloria del amor

¿Quién dice que hay novedad en el amor?

El amor tiende a ser el mismo.
A veces más intenso, a veces más tibio,
pero siempre igual en su esencia.
Las palabras que se dicen cuando se está enamorado…
son las mismas de siempre.
"Me encantas."
"No te vayas."
"Contigo todo es diferente."

¿Diferente?
Por favor.
Decir que algo es nuevo es simple palabrería.
Romántica, sí.
Pero palabrería.

Al final del día,
somos los mismos seres patéticos
repitiendo los mismos gestos,
las mismas frases,
los mismos temblores en la voz,
pero ante personas distintas.

Un mismo guion con actores nuevos.
Un espejo que refleja el pasado en la cara del presente.

Ella decía muchas cosas.
Todas se las decía a él.
Pero él… ya las había escuchado.
Unas más, otras menos, pero…
el eco era el mismo.

¿Cuál es la sorpresa, entonces?
Ninguna.
Y él lo sabía.
Lo sabe.
Lo supo.
Lo sabrá.
Y tal vez, solo tal vez,
ahí estaba su rabia.

No ser más que otro.
Uno más en la lista.
No trascender.
Repetir un ciclo.
Ser el "nuevo" en un amor que ya fue dicho.
Ser el de ahora con las palabras de antes.

"Su lado", decía ella.
Decirlo ya sonaba patético.
Él era los del ayer.
Un fantasma más.
Acechando, esperando el final,
como los que vinieron antes de él.

Y entonces…
¿qué gloria hay en eso?

¡Bah!
Ninguna.

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