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¿Recuerdas?

 ¿Recuerdas ese lugar? ¿Aquel rincón escondido del mundo donde, por un instante, todo parecía detenerse? ¿Me recordarás, acaso, con tu cabeza en mis brazos y el murmullo del viento colándose entre tus balbuceos? ¿Aún recordarás la sensación de tus dedos jugando entre mi cabello, como si cada hebra contara una historia que solo tú podías leer? Cuando cierro los ojos, aún puedo ver los tuyos mirándome. Y en esa mirada, distinta a todas, sigo sin descubrir el horizonte.

Fantasma del pasado

¿Qué hacía él, pensando en ella? Hace tanto que se fue… No va a volver. Y sin embargo, ahí estaba él, repasando, recordando momentos que ya no volverán, como si al pensarlos pudiera revivirlos. Ahí estaba, soñando el pasado, escuchando su eco, como si aún tuviera voz. Pero ella ya no está. Nunca estuvo No volverá. Solo quedan sueños… que no son verdad. Hoy, lo único que le queda de ella es una imagen distorsionada de lo que cree que es. De lo que era ella. Pero no es ella. Es solo una ficción.

Esperar

 Esperar… como quien guarda un suspiro antes de saltar al vacío. Esperar, y gritarle al cielo con el alma rota: ¡déjame ser! ¡permite que ocurra eso que por dentro tanto deseo! Porque hay cosas que no se dicen, pero que arden. Hay anhelos que no se nombran, pero que gritan. Y tú, parado ahí, con el corazón en puño y la mirada clavada en el cielo, esperas que el universo escuche… y por fin, te diga que sí.

De 2012 a 2025

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Han pasado trece años. Y trece no es cualquier número. No por superstición. Tiene algo de ciclo… de conjuro. Supongo que por eso he vuelto por aquí. No sé si vine a cerrar algo, o a abrir una herida nueva. Pero regresé. Como si las palabras que dejé pendientes en aquel entonces hubieran estado esperando, agazapadas, en algún rincón de mí. Trece años. Y todo cambió. Y todo sigue igual. Es como una página que no sabes si doblar o arrancar. Un ciclo que parece terminado, pero aún late. Tal vez por eso estoy aquí otra vez, escribiendo. Buscando en los restos de mí, algo que no sé si perdí… o si aún me pertenece. Volver aquí —a estas palabras, a estos espacios vacíos— es como regresar a una casa que ya no es mía. Todo se siente igual… pero todo es distinto. Las paredes no hablan. Los muebles me miran con desconfianza. Y yo... yo no reconozco del todo la voz con la que escribo esto. En 2012 no sabía nada. En 2025… tampoco. Pero he aprendido a escuchar el silencio con más atención. A dejar de...

La Tregua (Mario Benedetti)

Pero es que yo no puedo ser uno de esos tipos que andan siempre con el corazón en la mano. A mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservado el máximo sólo para las grandes ocasiones. Quizá haya una razón y es que tengo la manía de los matices, de las gradaciones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo, ¿qué dejaría para esos momentos (hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar al corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano. Al que llora todos los días, ¿qué le queda por hacer cuando le toque un gran dolor, un dolor para el cual sean necesarias las máximas defensas? Siempre puede matarse, pero eso, después de todo, no deja de ser una pobre solución. Quiero decir que es más bien imposible vivir en crisis permanente, fabricándose una i...

La patética gloria del amor

¿Quién dice que hay novedad en el amor? El amor tiende a ser el mismo. A veces más intenso, a veces más tibio, pero siempre igual en su esencia. Las palabras que se dicen cuando se está enamorado… son las mismas de siempre. "Me encantas." "No te vayas." "Contigo todo es diferente." ¿Diferente? Por favor. Decir que algo es nuevo es simple palabrería. Romántica, sí. Pero palabrería. Al final del día, somos los mismos seres patéticos repitiendo los mismos gestos, las mismas frases, los mismos temblores en la voz, pero ante personas distintas. Un mismo guion con actores nuevos. Un espejo que refleja el pasado en la cara del presente. Ella decía muchas cosas. Todas se las decía a él. Pero él… ya las había escuchado. Unas más, otras menos, pero… el eco era el mismo. ¿Cuál es la sorpresa, entonces? Ninguna. Y él lo sabía. Lo sabe. Lo supo. Lo sabrá. Y tal vez, solo tal vez, ahí estaba su rabia. No ser más que otro. Uno más en la lista. No trascender. Repetir un c...
Despertar cada mañana para darse cuenta de que la cama resulta inmensa, y que sus brazos no rodean más que una almohada. Abrir los ojos en la oscuridad, y saber que no fue más que un sueño. Octavio estaba afligido. Había tenido el sueño más hermoso de su vida. Y despertó. Esa cruel traición del amanecer. Esa línea difusa entre lo vivido y lo imaginado. Tenía esa extraña sensación que se queda flotando cuando uno abre los ojos: la idea de que quizá, solo quizá, ella estaría ahí. A su lado. Como si todo hubiese sido real. Pero no. Abrió los ojos esperando encontrarse con su mirada. Y lo único que halló fue la nada. Inspeccionó la habitación, rápido, ansioso, como quien busca aire. Buscó con la mirada a esa mujer que, segundos antes, parecía tan tangible. Tan suya. Y no había nadie. Solo él. Y el eco de lo que pudo ser. Frunció el ceño. Contuvo una lágrima que no supo si era de rabia o de tristeza. Sus manos apretadas, impotentes, delataban la frustración. Soltó un suspiro largo. Se quedó...