Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2009

ADIOS

-¡NO!- Fue lo único que atino a decir Así de simple y sencillo Dijo no Que lo que pasó, pasó Y allá se quedo Nunca iría más allá ¿Que si fue feliz? Fue feliz -no cabe duda-, pero esa felicidad no debe ni puede perdurar. Ni siquiera debe existir la más remota prueba de ello, pareciera que fue un sueño y no más que eso un maravilloso y profundo sueño en que, extrañamente, nada paso. No hubo candor ni la expresión del amor, solo dos almas unidas por sus manos Nada más que eso. Y aun así, puedo decir que solo eso basto Juntar las manos y viajar a lugares extraños Es por eso que nunca preguntó el por qué Ese “no” le bastó. No pidió mayor explicación (honestamente no la necesitaba) -no- lo repite muchas veces para sí. Y sonrie, solo eso, sonrie cada que revive el momento Ella frente a él, sentados los dos, el mundo y el tiempo corriendo y aquellos, ajenos, sentados perdidos en el momento, platicando en silencio, hablando sin palabras, disfrutando su tiempo que nunca volverá. Ella da las grac...

Ascensor

Imagen
Él, desde hace ya mucho tiempo, está enamorado. Cada día —puntual, casi ritual— llega a su cubículo, ese pequeño espacio que ya siente como una extensión de sí mismo. Desde ahí, desde ese rincón tan suyo, se dedica a contemplar. ¿Y qué contempla? Observa a esa joven belleza que se sienta algunos cubículos más adelante. Rara vez la ha visto de frente o de cuerpo entero. Pero no importa. Él no está enamorado de su rostro… sino de su espalda. Hay días en que ella recoge el cabello —muy pocos, para su gusto—, pero cuando lo hace, él puede ver más allá: descubre un cuello fino, delicado, que parece conducir a territorios que solo ha recorrido en su mente. Otras veces, cuando ella llega tarde, lo hace apurada, y al pasar junto a su cubículo, él tiene la dicha de verla de perfil. ¡Perfil! Esos segundos le bastan para quedar absorto. En esas ocasiones, cuando se anima a alzar la mirada, puede apreciar más: piernas, manos, cintura… y, por supuesto, su amada espalda. Observa ese contoneo suave m...

Ojala te encuentre por aquí

Imagen
Ojala te encuentre por aquí, que cuando en este abismo tan grande te aparezcas me digas que todo esta bien, que aquel día en el que por el vagón naranja viajabas, sabias que te convertirías en un ángel, en una persona capaz de detener la maldad y la atrocidad humana, que serías ese rayo de luz por el que todos rezaban que apareciera. Por que apareciste ¿cierto?. Apareciste y te enfrentaste sin temor a lo que pasara, luchaste, diste batalla, diste lo mejor de ti y de esas caídas, rápidamente te levantaste una, dos, tres y muchas veces más. Dejaste a la maldad y la locura atónitas ante la fiereza con la que luchaste, la maldad uso su arma y la detonó frente a tí y sus balas te lastimaron mas no así tu empeño, diste y diste de más mostraste esa fuerza sobrehumana de la que unos pocos cuantos gozan y sacan a relucir cuando es necesario. Mientras tanto el mundo se convirtió en expectador de tu hazaña, de tu lucha. Nadie se atrevió a combatir a tu lado, todos veían y gritaban sin resultado....

Aprendiendo

Imagen
Click.  (El sonido seco del obturador) —¡Listo! —Oh... qué linda foto. —¡Gracias! —En verdad, es una grandiosa toma. —Muchas gracias, la verdad es que soy nueva en esto. —Pues no lo parece. —¿En serio? ¿Usted cree? —Sí. He tomado muchas fotos, y sin embargo, la suya supera por mucho a las mías. —Vaya... no sé qué decir. —No tiene por qué.  (Se sonroja y ríe) —¿Gusta tomar un café? —Me encantaría. —Y dígame... ¿es usted nueva por aquí? Nunca la había visto. Créame, de haberlo hecho, no la olvidaría. —Mmm... sí  (ríe) , soy nueva. Recién llegué. —Entonces necesitará un guía. —Oh, qué amable... pero, ¿sabe?... no pienso quedarme mucho. —¿Cómo? ¿Acaso no le gusta nuestro pueblo? —Sí, sí me gusta. Es un pueblo encantador. Pero sucede que sólo estaré unos días… Solo vine a tomar unas fotografías. Usted sabe, recuerdos que quiero conservar. —¿Recuerdos de qué? ¿No es usted nueva por aquí? —Bueno, sí... ahora lo soy. Pero años atrás no lo fui. —¿Perdón? —¡Sí! Mire, mire aquí, en ...

Nuevos aires

Se sienta con un vaso de cognac en la mano y suelta un suspiro, el recuerdo le recorre la mejilla, pero ese mismo recuerdo, mientras va cayendo por esa hermosa mejilla, cada vez se hace más pequeño, se va difuminando hasta caer al suelo. -¡Venga ya!, que llorar es bueno pero, ¿es acaso necesario? -Sí, no lo puedo evitar. -Pero, si continúas así, no te darás cuenta de que yo estoy aquí. Deja el vaso en el piso, seca la tristeza de su rostro. Se levanta, limpia su pantalón y gesticula una sonrisa muy, pero muy discreta. -Ves, si no es tan difícil; sonreír es mucho mejor que ver todo bajo pequeñas gotas de agua ¿no crees? De pronto, despierta, los vasos y la botella yacen en el suelo, testigos de aquella noche en que ella se decidió por olvidar. Ahora, desconcertada por aquel misterioso sueño, se pregunta si en verdad es que vale la pena continuar llorando por el pasado, la brisa que entra por su ventana y que le acaricia el rostro le dice que ya fue suficiente. PD: El tiempo que disfrut...

Conocer y perder

Imagen
Él camina cabizbajo , como quien acaba de perder algo valioso, irremplazable. Y ¿cómo no habría de hacerlo? Apenas había conocido a una mujer hermosa... y la dejó ir. Así, sin más. La noche lo envuelve mientras camina. Juega con su memoria como si pudiera rebobinar el momento, revivirlo… una y otra vez. Comienza por ese instante en que ella dijo: — Fabiola. Me llamo Fabiola. Y él… él no supo qué decir. Se quedó parado frente a ella, como hipnotizado. Cuando por fin reaccionó, comenzó a interrogarla, nervioso… Ni siquiera se presentó. Y mientras ella respondía, una a una, sus intempestivas preguntas, él se perdía en el sonido de su voz, en el ritmo de sus palabras. Se perdía… en ella. Dos destellos de luz lo regresaron a la realidad. Había llegado a una intersección. Se detuvo. La luna le sonreía con complicidad. Y una brisa suave le recordó que Fabiola tiritaba mientras platicaban. No hacía frío… pero ella temblaba. Él le ofreció su chamarra. Ella la rechazó, aún temblando. Con una son...

Muchas cosas pasan, y las palabras, no alcanzan.

Imagen
Foto tomada por Don Juan

La Desconocida

Me hubiera gustado conocerte más, saber siquiera tu nombre, tu teléfono, tal vez. Pero ahora no sos más que un sueño, algo pasajero, algo de una noche que —como todo lo bueno— no duró lo suficiente. Algo que, si bien,  sí quería , no me atreví a que continuara. Podría estar ahora contigo... Sin embargo, todo queda así: como un sueño, como un deseo, como un anhelo, un recuerdo que sujeto y decido guardar en ese espacio llamado “momentos para recordar” , personas a no olvidar . Hoy, en mis sueños estarás. Solo hoy. Esta noche. Y nada más. Mañana,  recuerdo serás . Pero hoy… hoy me permito, una vez más, volver a  soñar .

Otra de Principes y Princesas

La tortuga camina a paso lento, de que otra manera iba a caminar sino era esa, nunca habia sido demasaido rápida, es más, la vida de ella, toda su vida era muuy leeenta, demasiado pero pareciera no importarle, ella caminaba a su paso lento, despreocupada, no llevaba prisa ni tenía ningun contratiempo. Era la tortuga mas lenta del reino. Gracias a su lentitud conocia muchas cosas, veía demasiado con esos ojos que parecen cansados y apagados, lo que mas llamó su ateción fue un pequeño muchacho, de esos que parecen niñatos aunque no lo sean... Cuado lo vio por primera vez inmediatamente sus ojos se abrieron, más de lo que habían hecho jamás. Ese niño sonreia y hacía bromas, brincaba y gritaba parecía nada importarle, pero la tortuga vio algo mas que eso, no vio al niño como el niño que era, vio a una persona con sentimientos, miedos y dudas... Ella se acercó con ese paso lento que tanto la caracterizaba, el niño sonriendo la miro e inmediatamente se acercó. Tímidamente se quedo parado, so...

Presencia sin cuerpo

No tener control del cuerpo: eso fue lo primero. Al principio pensó que era cansancio. Quizá estrés. Pero luego vino el segundo síntoma: verse desde fuera. Su cuerpo ahí, inmóvil, respirando apenas. ¿Y su mente? Allá, lejos, en un rincón que no sabría nombrar. No sabía cómo ni cuándo había ocurrido. Solo que dejó de ser uno para convertirse en dos. Dos seres: cuerpo y mente, desconectados, incapaces de comunicarse. El cuerpo permanecía, tieso, ausente. La mente flotaba por encima, como si el alma hubiera renunciado al timón. Intentó regresar, claro. Lo hizo muchas veces. Se concentraba. Respiraba. Cerraba los ojos. A veces lo lograba por segundos. Pero el cuerpo se sentía ajeno, como si no fuera suyo. Como si lo habitara alguien más. Y entonces sucedía. La música se distorsionaba. Iba lenta, grave, hueca. Las luces estallaban en los rostros de los demás. Los movimientos parecían arrastrarse, como si todos estuvieran bajo el agua. ¿Estaba soñando? No. Sabía que estaba allí. Presente. Pe...

Entre las Once y las Doce

¿Es factible que, en un momento determinado, el tiempo —o la medida que hacemos de él— simplemente se pierda? Sucede que dos personas decidieron amarse... Pero había un problema. Ellos, o mejor dicho,  su amor , era atemporal. (No en el sentido romántico y trillado de “el amor que detiene el tiempo”. No. Era algo más profundo, más extraño.) En el presente, ambos sabían que existían, que estaban ahí. Se pensaban, se sabían. Pero cuando era la hora de estar juntos,  el tiempo no existía . Ella vivía en el ayer del hoy de él. Él habitaba el mañana del hoy de ella. Se encontraban, sí… pero en un limbo. En un espacio suspendido entre dimensiones, donde ni siquiera el tiempo era capaz de seguirles el paso. Un amor muerto-vivo, o mejor dicho: vivo  fuera del tiempo . Entre las once y las doce —solo entonces— se abría una grieta. Un intervalo mágico en el que todo dejaba de tener lógica. Durante esa hora el mundo parecía disolverse. Para ella, era ayer  para ser hoy . Para é...